Reyes y reinas: un cuento de hadas colonialista

Por: Juliana Bernal, investigadora OBEA.

La monarquía es una de las formas de gobierno más antiguas en la historia de la humanidad. Después del descubrimiento de la tierra como medio de producción a través de la agricultura, las primeras comunidades comenzaron a asentarse y a crear modelos sociopolíticos que fueron cambiando en el transcurso de la historia viendo necesario, dentro de la organización natural, poner a cargo a un líder o a un grupo calificado para velar por el orden de la comunidad dependiendo de las necesidades de la época. Poder afirmar que quienes anteceden a las familias reales fueron, por ejemplo, los cacicazgos, nos hace suponer que el modelo monárquico data alrededor del año 3000 a.C en la civilización mesopotámica.

No en vano las antiguas civilizaciones honraban a sus monarcas como enviados de los dioses, representaciones de los sobrenatural o con poderes que los populacheros nunca poseerían; como un tipo de selección natural que, por fortuna, fue degradándose y haciéndose más inválida. No podremos refutar la idea de que en algún momento de la historia fue necesaria la constitución monárquica para el devenir de la sociedad, pero en este momento condenamos su existencia, sus vicios y el atraso en el modelo, uno que se perpetra.

En el ir material de la historia, las monarquías se volvieron aún más obsoletas para quienes avanzaban en la construcción de ideas sobre una especie de Estado democrático sin tener que lidiar con la torpeza o la falta de gobernabilidad justa por parte de algunos monarcas alrededor del mundo. El caso, por ejemplo, de Carlos ll de España, uno de los peores reyes que la historia haya podido registrar, no sólo porque fuese un hombre caprichoso que no tenía en mente querer gobernar, sino además por su discapacidad mental que no significó un obstáculo para convertirse en rey. Para su desgracia, no pudo tener descendencia y España vivió la guerra que le dio entrada a la actual familia real, los Borbones.

En el siglo XVIII, los franceses inauguraron de forma mediática la caída de su monarquía. Realzaron la ineptitud de Luis XVI y la organización y movilización como un triunfo para la burguesía y un ímpetu de esperanza para la multitud cansada de ser la sombra de los intereses reales. El caso de Francia fue el primer peldaño para las posteriores independencias de las colonias americanas que conocieron la república y dieron muerte legítima a sus reyes. Sólo Brasil tuvo la idea de seguir siendo un imperio más poderoso que Portugal con una figura de emperador, pero no le prosperó.

Si bien la sociedad republicana no garantizó el acceso pleno a lo que la misma Francia proclamó como los derechos del hombre, haber acabado con la monarquía significó un triunfo en el devenir de la historia, en la transformación material del ser humano y en su avance para, apenas, el siglo XVIII. Los vicios medievales comenzaron a re configurarse poco a poco, lento, pero deslegitimando las coronas, en su mayoría cargadas de injusticias que no podían tramitarse.

Podemos afirmar, entonces, que las monarquías han debido ser recogidas por la historia sin comparar si un país republicano es más atrasado o no que uno que sí está bajo el mando real. La muerte de la reina británica Isabel ll despertó el debate sobre cómo, en pleno siglo XXI, aún existen los reyes y las reinas, las princesas y los pequeños monarcas que esperan a que sus padres mueran para continuar con el poder sin que eso garantice sabiduría en la gobernabilidad.

En septiembre del 2021 se conoció la noticia de que un grupo de estudiantes de la universidad de Oxford retiraron un retrato de la reina Isabel ll por ser una viva representación del (neo)colonialismo. Después de generar una revoltosa oposición por parte de lo más conservador de la élite británica, se revivió un debate y una serie de críticas que van desde el racismo y esclavismo hasta el imperialismo. En la actualidad, Reino Unido posee 17 colonias aproximadamente, sin tener en cuenta que, apenas a inicios del siglo XX, llegó a representar un cuarto de la población mundial por sus dominios en todos los continentes.

El imperialismo británico ha sido uno de los más grandes y largos en la historia de la humanidad y, si bien, Inglaterra se cataloga como el “primer mundo”, no es el mismo caso para sus colonias, como es natural. La reina, después de más de 70 años siendo jefa de Estado de su país y dominios, pone en duda la legitimidad de una sociedad cuyo sistema político aún tiene en la cúspide a una familia real, misma que puede no obedecer los intereses sociales de sus gobernados, misma que hasta hace pocos años gobernaba la pobreza de África a costa del saqueo, típico del imperialismo.

El atraso político del siglo XXI es menos que el del XX, pero más que el del próximo centeno. En unos años, las monarquías en su totalidad sólo aparecerán en los libros de historia, mientras que aún los seres humanos discutimos un modelo de sociedad más justo, con menos hambre, más oportunidades y menos tiaras. La historia nos dará y nos dio la razón.

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